viernes, 15 de abril de 2022

TESTIMONIO: Lic. Angel CARRASCO MORENO. Yungay 31 de mayo de 1970

TESTIMONIO: Lic. Ángel CARRASCO MORENO. Yungay 31 de mayo de 1970.

“.. el suelo se agrietaba y se cerraba y al abrirse  salían  del subsuelo, alimañas”

¡sálvate eres niño y cuida a la familia!

A menos de un mes para conmemorarse 52 años de la tragedia del sismo alud de Yungay, muchos conciudadanos radicados en diferentes partes del país y del extranjero vienen expresando, por diversos medios, el gran deseo de visitar su terruño, Yungay hermosura, que dejaron de hacerlo por la pandemia del covid19. A pesar de los años transcurridos muchos aún recuerdan ese día trágico. En nuestro blog publicaremos testimonios  como los que compartimos en esta oportunidad. La narración del Licenciado Ángel Carrasco Moreno.

                      FATÍDICO DÍA DOMINGO 31 DE MAYO DE 1970

Aquel domingo, no era cualquier domingo, era un domingo de fiesta para el Perú,

Selección de Futbol del Perú 1970.
se inauguraba el mundial de México 70, en Yungay no pasó desapercibido este evento deportivo, porque jugaba Perú el día martes dos de junio; y en el medio local mi alma de niño se alegraba porque por primera vez en mi corta existencia iba asistir al circo VEROLINA, acampado en el estadio “Fernández”, en la casa de mi tía Elena “Canta Gallo”, así se llamaba la picantería que se encontraba frente al Tenis, en el Jirón Villón; nos alistábamos para asistir a la función de matinée, pero, la espera se nos hacía largo porque quien tenía que pagar las entradas era mi tío, Alicho Moreno (integrante de la Banda Juventud Yungay) quien se encontraba en su establecimiento con sus amigos escuchando la inauguración del mundial; las manecillas del reloj marcaban las tres de la tarde, ya convencidos que no íbamos asistir al circo, cada uno de nosotros nos remitimos hacer los que nos parecía mejor; allí empezó mi pena no se sí era porque no iba al circo o quizá anunciaba algo, en ese momento se vino a mi mente mis padres quienes se encontraban en Chimbote (eran negociantes) y en mis interiores pensé que si ellos estaban, mi presencia en el circo era inminente; Salí de la casa de mis tíos con destino a mi casa, el cual se encontraba cerca, ubicada en la intersección del jirón nueve de diciembre con el jirón las palmas, me detuve frente a la casa de “Canta Gallo” por donde discurría una acequia quería calmar mi aflicción agachándome a beber agua; fue cuando empezó todo nuestro suplicio, fue como una señal la caída de un infante a las corrientes del cauce, empezó a temblar la tierra a las tres y veintitrés de la tarde (después de mucho tiempo me entere de la hora) la gente gritaba, otros lloraban, buscaban a sus hijos, ¡…era el fin del mundo! ¡Se abrazaban pidiendo piedad al divino redentor…señor calma tu ira! hasta que alguien gritó Aluvión…Aluvión.

Todo se nublo, de estar con un firmamento celeste, todo se convirtió en penumbra, se llenó de polvo. Así empezó nuestro recorrido, con el objetivo de salvar nuestras vidas, y a mí en mi incipiente vida me tocó vivir la pesadilla que jamás quisiera que alguien lo experimentara, digo esto porque fui testigo de muchas personas que murieron ante mi presencia de la manera más cruel tragados por la tierra, con el movimiento sísmico el suelo se agrietaba y se cerraba y al abrirse el suelo, salían del sub suelo alimañas (reptiles, batracios, etc.).

En todo momento no me separaba de mi tía, de la señora Rosa (mamá de mi tía) el papá de mi tía, Nelly, Jorge, dina, el tío Alicho, se quedó en su establecimiento (quizá fue uno de los primeros en fallecer) con los derrumbes de las casas.

A donde corremos, escuche decir, al cementerio, pero otra voz (rosita) dijo no. Allí no, mucha gente, vamos por la pista hacia el cerro de ICHIC PUNA, hasta ahora no logro entender como pude correr junto a la gente adulta, con mis seis años de edad (tramo 1.5 km). Trayecto que me tocó vivir otra experiencia traumática, con el derrumbe de las casas y el viento (remolinos horizontales) que originaba el aluvión, las tejas salían volando de las casas, eran proyectiles mortales que alcanzaban a la gente, espacio del cuerpo que recibía el impacto lo cercenaba; muchos pensaron que haciendo uso de sus unidades móviles, iban a lograr a ponerse a buen recaudo pero no fue así, porque hubo dos motivos para no lograr sus objetivos la cantidad de gente que corría por la pista (atropellaban) y los ocupantes de los autos que rebasaban la cantidad permitida.

Vi gente morir de la manera más cruel, quizá yo no hubiera escrito mi memoria, si no es por el soplo del aluvión, digo soplo por que el alud paso a metros de mi espalda solo sentí un viento fuerte que me empujo, volví a ver a la gente que corría a mi lado y ya no estuvieron, el alud los había sepultado la imagen que guardo en mi memoria es de lo más fatal, triste y doloroso; ver los restos de la familia tragados por el lodo del aluvión, que estuvieron a tu lado tratando de salvarse y que en el último aliento de su vida te digan sigue corriendo ¡sálvate eres niño y cuida a la familia!


El cementerio y lugares aledaños fueron sitios de salvación.
Allí se dispersó la gente otros se fueron al cerro de ICHIC PUNA, yo seguí corriendo hasta donde me respondiera mi débil cuerpo; sólo pude llegar hasta Pampac (ahora los arcos) donde me acobije en una chacra, quise llorar de tanto desastre que vi, recordé a mis padres y me sentía más sólo que nunca, y no pude llorar, sentía mi pequeño corazón duro; ahora si lloro al escribir estas líneas porque recuerdo ésta hecatombe como si fuera ayer.

Sentí una mano protectora, que me decía es el gringo (mi apodo de niño) el hijo de Emicha (mi mamá) era una señora que conocía a mis padres y me llevo a su casa, es un decir, no había casa; todo se había caído con el terremoto, sus familias se habían ubicado en la chacra zona segura; y cayo la noche, tan fría como el hielo que cubrió la ciudad de Yungay, estuve con ellos unos días (dos) hasta que alguien me buscaba, pensé que eran mis papás y no eran ellos, era mi tía Elena se había salvado en el cerro ICHIC PUNA, y me llevo con ella y me encontré con muchos de ellos que corrimos juntos, había bebés, niños, jóvenes y ancianos y lo poco que pudieron encontrar de alimento no alcanzaba para todos y tuvimos que salir de allí en busca de provisiones, nos refugiamos en Piquip con la familia Melgarejo, también dormíamos en la chacra y de allí se escuchaba como caía el hielo del Huascarán con los temblores que se repetían cada cierto tiempo (entre 15 a 20 minutos) hasta que nos enteramos que había un campamento en el cerro de lucmapampa, de sobrevivientes organizado por el sub prefecto que también se salvó.

Allí nos encontramos con los sobrevivientes del circo Verolina, sobrevivientes del cerro ICHIC PUNA, entre otros, empezó a llegar la ayuda del estado y de los países que se hicieron presentes, los helicópteros surcaban el cielo, pero no los veíamos porque estaba cubierta por la polvareda del aluvión y al tanteo arrojaban los alimentos, frazadas, que muchas veces no se podía recoger por que caía al río o a lugares inhóspitos, la repartición de los mismos no era equitativo (no lo voy a tratar, por no herir susceptibilidades).

Una mañana de junio vi asomar la figura de mi padre Don Humberto CARRASCO CARRASCO, más conocido como heladero Humberto, me vino a buscar, dio una demostración de amor de padre, caminó junto a mi madre, desde Pariacoto, vía Cochabamba, Tambra, pueblo viejo, Shupluy. Abrace a mi padre recién llore al verlo; en su costalillo había víveres el cual deguste con mucha alegría y ese mismo día abandone el campamento, ya para esos días se había despejado un poco el firmamento (primera semana de junio), donde se encuentra actualmente el grifo Monterrey se habilito un helipuerto, previa inscripción y registro; los helicópteros nos trasladaban al aeropuerto de Anta, hicimos uso de este servicio y abandone Yungay, nos esperaba en el aeropuerto un Avión hércules que nos trasladó a Chimbote, luego nos fuimos a Lima, donde recién me encuentro con mi mamá Emicha, para salir de Yungay con los vuelos, nos dieron las autoridades de ese momento un certificado de sobrevivencia.

Mi papá y mi mamá llegaron hasta Ranrahirca provenientes de Chimbote, sólo él paso en mi busca, mientras tanto había comités conformados por los militares que empezaron a separar a las personas por género y es así que a mi mamá lo trasladan a Anta y de allí a Lima; el encuentro con mis padres ya es otra historia, que algún día les relataré.

Yungay Noticias.