YUNGAINOS DE BRONCE,
YUNGAINOS DEL BICENTENARIO.
Juan Eduardo VERGARA ALVA
Poeta Yungaino.
Nacio en Yungay, el
25 de marzo de 1923, sus estudios los realizó en la escuela elemental de
Huarascucho, Escuela N° 361 y Colegio Nacional Santa Ines de Yungay (Promoción
1946). De 1948 a 1970 ocupa el cargo de Bibliotecario del Colegio Santa Inés de
Yungay.
GODOY, era como le
llamaban, su amigos desde las epocas de su infancia, poseia un espíritu
extremadamente sensible, en el que se confundian, por una parte su inmenso amor
a la tierra que le vio nacer, de la que hizo el númen de su pluma y el alma de
su canto; y por otra, el dolor y el desengaño en el que discurrió su
existencia.
Fue el silencioso
ambiente de la Biblioteca del Colegio “Santa Inés”, de la que se constituyó en
su verdadero organizador, a la que dio prestancia de efectiva fuente cultural,
lugar donde esbozó sus mejores y más sentidas composiciones.
El dolor de la
Tragedia originada por el alud del 10 de enero de 1962, está pateticamente
narrada en su prosaica e inédita obra Titulada “Ranrahirca, Sudor y Lágrimas”;
su habilidad magistral para transmitir todo el dolor de esas horas
apocalípticas, unidas a su contenido humano, no solo arrancan las lagrimas,
sino, que invitan una honda reflexión principalmente a la secuela de hechos que
posteriormente se suscitaron.
Bajo el seudonimo de
“AVE DEL ALVA”, la Poesia de Eduardo Vergara se ha paseado por doquier y
siempre dejando un halo de melancolia y tristeza, ¿Por qué sería?, ¿Tendría en
el alma alguna herida que no encuentra balsamo en la tierra?. No lo sabemos y
jamas podremos saberlo.
Tan ilustre personaje
Yungaino, falleció en el terremoto alúd del domingo 31 de mayo de 1970. El
poeta Yungaino, sucumbia bajo el lodo y hielo del Huascarán. Quedo sepultado
con su querido Yungay, que no lodejo salir de su regazo como si quisiera
escuchar sus tiernos y delicados versos en la eternidad.
Hay algo cierto, muy
cierto, que Eduardo no ha muerto ni morirá, mientras haya un corazón Yungaino
que quiera entrañablemente en su terruño, que sienta la ternura de una amorosa
caricia o haya sentido el dolor del infortunio.