jueves, 23 de julio de 2009

Trabajador chino se suicida por perder un celular.

Caía la tarde en Taipei. Los empleados de la fábrica de celulares conocidos como ¡Phone se preparaban para retirarse y ceder el turno de la noche a los siguientes obreros. En orden caminaban hacia la puerta de salida cuando, de repente, Sun Danyong se detuvo en seco y regresó corriendo a su puesto de trabajo.
Sobre la mesa había piezas sueltas, minúsculos tornillos, delicadas piezas de estaño, alguna carátula y alguna pantalla. Abrió los cajones, buscó dentro con celeridad. Después miró su entorno, caminó por todo el taller, no sin husmear en los demás sitios donde comenzaban a posicionarse los demás obreros.
Sun Danyong, de veinticinco años trabaja para una firma taiwanesa. Ha sido un empleado meticuloso, cuyo entusiasmo es solo comparable a su delirio por el orden y la limpieza.
No encontró lo que buscaba, un prototipo de teléfono celular fabricado en la planta, de la marca Apple. Siguió la búsqueda en recipientes de basura, detrás de los escritorios y los anaqueles, revisó el sanitario, algunos guardarropas, pero no encontró nada.
Se detuvo por un momento, respiraba con fuerza, de forma ruidosa. Trató de imaginar dónde podía haber dejado el aparato, pero el pensamiento se había enturbiado con el miedo y la desesperación.
A Sun le correspondía enviar los prototipos de ¡Phone a Apple. Finalmente reconoció que uno de los modelos se le había extraviado. Resistió la idea de que sus compañeros consideraran que lo había hurtado o tal vez estropeado y desaparecido.
Entró al baño y se sentó sobre un banco. Dejó descender sobre sus manos, apoyados los codos sobre las rodillas, su cabeza de hirsutos cabellos azabache.
Poco a poco una poderosa angustia se apoderó de su espíritu. Abría los ojos y tan solo podía ver policías ataviados con negros uniformes que le apuntaban con fusiles y pistolas y luego lo conducían a la cárcel.
Su magín lo trabajaba con una poderosa fuerza corrosiva que le hacía sentir el desvanecimiento de su fortaleza como una fuente de transpiración.
Se levantó de un salto y corrió hacia las escaleras. Subió varios pisos, diez, once, doce. Se detuvo allí y se dirigió hacia la puerta que daba a las oficinas. Entró y antes de lanzar un alarido agudo decreciente, vio su rostro reflejado en el cristal de los ventanales.
Su cuerpo rompió el vidrio y su cuerpo caía ingrávido hacia un oscuro vacío. Lo primero que dio contra el piso fue su frente que se despedazó como un coco aplastado por una piedra. La masa encefálica se esparció sobre la cinta gris de la calle.
Poco después, algunos agentes comerciales internacionales indicaron que los empleados que trabajan con los nuevos productos de Apple se encuentran bajo una intensa presión para mantener en secreto la configuración de los aparatos.
Se agregó que las campañas de lanzamiento son coordinadas en el más estricto secreto y el suspenso acomete a los trabajadores cuando ven a los jefes discutir con un pliego de papeles mecido por sus manos en el interior de las oficinas.
Sun, con miedo por las consecuencias de su descuido, se lanzó desde el piso doce del edificio. Después, el personal de limpieza encontraría el teléfono en uno de los bolsillos de su bata de trabajo.
"Nos entristece la pérdida trágica de este joven empleado y aguardamos los resultados de las investigaciones de su muerte", dijo un gerente de los empresarios. "Exigimos a nuestros proveedores que traten a todos los empleados con dignidad y respeto".

FI:PD

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